El pasado jueves 15 de octubre disfrutamos de un estupendo día con el curso de 1º de la ESO visitando dos yacimientos arqueológicos de primera magnitud situados, el primero, en el término municipal de Alpera y en el término de Ayora el segundo.
Por la mañana tuvimos que hacer todos un pequeño esfuerzo para salir a las 7:00 h del colegio con la pretensión de llegar lo antes posible al yacimiento rupestre de La cueva de la vieja, para que de esa forma pudiéramos contemplar mejor las espectaculares figuras de arte levantino que una serie de pintores anónimos entre el 8000 y el 3000 B.P. plasmaron con tanta maestría. En este abrigo la luz solar directa y las capas de cal incrustadas en la pared rocosa, no ayudan mucho a la contemplación de las figuras si no es a horas tempranas del día o al atardecer.
Percibíamos una sensación casi mágica cuando ante nuestros ojos comenzaban a aparecer las figuras que en un principio eran imperceptibles a nuestra mirada, como si desde aquel pasado remoto, el abrigo hiciera un nuevo esfuerzo por mostrarnos lo que allí fue pintado hace tantos milenios. Ante nuestros ojos ciervos, uros, cabras en rebaño, perritos, arqueros, trepadores y dos mujeres caminando juntas acompañaban la misteriosa y espectacular figura de un hechicero de dimensiones espectaculares y totalmente excepcionales en el mundo del arte levantino.
También nos atrevimos a reproducir sobre piedras estas figuras levantinas en un taller que nos preparó el guía de la visita facilitándonos los modelos en papel de las figuras y la pintura a base de ocre rojo y grasas tal y como fue la que emplearon los pintores antiguos. Verdaderamente no es fácil pintar como lo hacían sobre las paredes rocosas…
Bajamos al pequeño municipio de Alpera con la sensación de haber visto algo importante y una vez allí nos dirigimos al denominado Pozo de la Nieve, situado a las afueras del pueblo y cuya principal función, desde que fue construido en torno al s. XVII, fue la de conservar y aprovisionar de hielo a los comerciantes de pescado que transitaban desde levante hasta el interior de la meseta. Sorprende su buen estado de conservación y sus dimensiones.
Tras la visita comimos de bocata en un par de horas mientras algunos alumnos se interesaban por la vida del pueblo y rellenaban el cuadernillo de trabajo que previamente les habíamos entregado.
A las 15 h partíamos en el bus hacia el Castellar de Meca (Ayora) donde nos esperaban diferentes sorpresas. Comenzamos el ascenso siguiendo un camino que más tarde se convirtió en senda y que posteriormente incluso dejó de serlo y que nos permitió acceder a la falda del yacimiento donde una pequeña fuente seca marca el contacto con el antiguo camino de ascenso al poblado. Justo en ese lugar tuvimos el privilegio de contemplar uno de los espectáculos más bellos del mundo animal, un rebaño de cabras montesas (capra pyrenaica)salió en estampida al detectar nuestra presencia y pudimos observar la pasmosa habilidad con la que cada animal se encaramaba y trepaba las zonas de roquedo más inaccesibles del paraje. Todo un regalo para la vista, ciertamente.
Continuando nuestro camino pudimos apreciar como las excavaciones de los años 90 del pasado siglo permiten observar cómo el paso de los carruajes en el camino de acceso al poblado ha marcado profundos surcos en la roca viva tras cientos de años de paso. Proximo al camino se encuentra una parada obligada en la visita, el acceso al gigantesco abrigo denominado Cueva del rey moro que según piensan algunos autores pudo ser usado como santuario por las culturas preibéricas que habitaron la zona.
El yacimiento de Castellar de Meca no sólo sorprende por sus espectaculares vistas sino que llama la atención la monumentalidad de sus estructuras tales como aljibes o trinquetes, de unas dimensiones y profundidad nunca vistas en el mundo ibérico. Se calcula que en su mejor momento estaría habitado por unas 10.000 personas, lo que no deja de ser una cifra bastante respetable para dicha época y cultura.
Los alumnos y profes sentimos que habíamos accedido a un sitio especial y que en un principio parecía inaccesible, evidentemente todo esfuerzo tiene su recompensa. Arriba, comiéndonos un bocata de merienda podíamos contemplar la estampa otoñal de estas tierras meseteñas limítrofes con Valencia y que tan distintas son de los paisajes a los que estamos acostumbrados en nuestra provincia.
A las 20:00 llegábamos al cole con la sensación de haber pasado un día estupendo, intenso y divertido donde, ante todo, habíamos podido convivir entre nosotros y compartir experiencias interesantes que ayudan a nuestro crecimiento y educación.